Seguramente has escuchado hablar de la empatía y sabes de qué se trata. Es esa capacidad de conectar con las emociones de los demás, de ponerte en sus zapatos para entender las situaciones por las que atraviesa y la forma en que reaccionan ante ellas, sin juzgar, sino más bien con la intención de brindar apoyo, ayuda y comprensión.
Y como se dice: todo en exceso es malo, incluso lo bueno. La empatía no es la excepción, pues un exceso de ella puede llevarte a involucrarte demasiado en los problemas del otro, hasta llegar al punto de que te afecten de más e incluso, que dejes de lado la resolución de tus propios conflictos por atender los ajenos.
Para evitar caer en ese extremo es necesario que exista una contraparte que equilibre la empatía. Y es ahí donde entra el concepto de ecpatía, desarrollado por el doctor y catedrático en psiquiatría José Luis González de Rivera.
La ecpatía es un complemento de la empatía que permite un adecuado manejo del contagio emocional y de los sentimientos inducidos al compartir las experiencias y emociones de alguien más.
Es un proceso voluntario de exclusión de sentimientos, actitudes, pensamientos y motivaciones inducidos por otra persona. En pocas palabras, la ecpatía consiste en no dejar de tener presentes tus propios sentimientos y deseos al conectar con los de los demás.
Aplicar la ecpatía es no abandonarte a ti mismo y tu bienestar por dedicarte a atender los problemas de otros; es no dejar que sus emociones se vuelvan parte de ti, sino limitarte a comprenderlas y brindar tu apoyo, sin absorberlas ni hacerlas tuyas.
Es importante aclarar que la ecpatía no es lo mismo que la frialdad, la indiferencia o la dureza afectiva que suelen mostrar las personas carentes de empatía, sino una acción mental positiva que compensa y equilibra la empatía.
Esta acción mental ayuda a que las emociones ajenas no te inunden ni te arrastren consigo. También es útil para evitar la manipulación mental cuando te enfrentas con personas victimistas y manipuladoras, así como para evitar ser presa de la histeria de masas.
La ecpatía es muy necesaria, por ejemplo, para personas que trabajan o son voluntarios en organizaciones humanitarias que apoyan a grupos vulnerables, como personas en situaciones de calle, enfermos terminales, discapacitados, ancianos o niños que han sido abandonados, o mascotas sin hogar.
Quienes se involucran en este tipo de casos suelen desarrollar la llamada fatiga por compasión, que les ocasiona un sufrimiento emocional ante la impotencia de no poder cambiar la situación de esos seres a los que ayudan, al hacer propio su sufrimiento y al desear poder ayudar a más de ellos, aunque ello salga de sus capacidades. La ecpatía puede poner límites sanos a todas esas sensaciones.
La empatía te mantiene conectado con tu entorno y con los demás, mientras que la ecpatía te ayuda a permanecer anclado a ti mismo, a tu interior y tus necesidades; así, todo se mantiene en un sano equilibrio.
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